Barcelona, en cuanto a iluminación de conciertos se refiere, ha escogido dos sendas totalmente diferenciadas. No sé si en otras ciudades es así, pero aquí es verdaderamente desesperante. La primera senda es adoradora del dios Ra, del sol más inclemente, de la luz cegadora, de freír al público de conciertos y la segunda, es seguidora acérrima del señor de las tinieblas, de la más abyecta oscuridad, de la negror, de la nada más infinita. Ambas corrientes están en constante choque y enfrentamiento, está claro que las luces y las tinieblas no conviven bien juntas y menos en lo que a iluminación de conciertos en Barcelona se refiere. En medio de esta cruel y despiadada batalla de luces, se encuentran los pobres e inocentes espectadores que asisten a los conciertos. No tienen culpa de nada pero sufren las consecuencias más dolorosas. De aquí a unos años, la mayor parte de asistentes a conciertos tendrán 50 dioptrías más en sus cansados y doloridos ojos.
A mí la oscuridad
Este fin de semana pasado ha sido el mejor ejemplo de esta lucha encarnizada con dos conciertos iluminados por la mano de dios o del señor de las tinieblas, según se mire. Primero en la sala BeCool donde intuimos en la oscuridad al maravilloso David Bazan tocando canciones de Pedro the Lion. Le podías ver bien las manos, pero la cara, era todo oscuridad, emociones escondidas, intuición. Muchos conciertos los vivimos así, a ciegas, entreviendo lo que nos deja el técnico de luces. Otro buen ejemplo, es la 2 del Apolo, donde hace unos días pudimos ver como la misma Simone White hacía malabarismos para ver las cuerdas de la guitarra. Hasta el propio músico sufre las consecuencias de esta guerra sin sentido. Hemos visto a músicos quejarse o incluso caerse por la falta de luz. Puedo entender, que el príncipe de las tinieblas pida que no haya luz, léase Mark Lanegan. Su música así lo pide, a gritos diría yo. El propio artista es el que lo demanda, no hay queja posible contra el técnico. Pero hacerlo sistemáticamente, no es de recibo. La gente que están colocados en primera fila, ven algo, a partir de la tercera, supongo que pagan una entrada para escuchar y no ver absolutamente nada. Aunque para eso, te pones el disco en casa, ¿no? Deberíamos darles las gracias, por envolver al artista en ese halo de misterio que la oscuridad le da. Si en el fondo lo hacen por nuestro bien, para crear un ambiente íntimo.
Dejad que las luces se acerquen a mí
Por el lado contrario, hay una corriente de técnicos de luces familiares directos sin duda del gran Van Helsing. Ven vampiros en cualquier rincón, sobre todo entre el público de los conciertos. Cada espectador, cada oyente, puede ser digno descendiente de Vlad el Empalador, nuestro querido Drácula. Asisten a conciertos disfrazados como Gary Oldman hacía en la estupenda Drácula de Coppola para engañarlos, intentan atacarles y chuparles la sangre hasta dejarlos sequitos. Por lo visto, la sangre de técnico de luces es un manjar de dioses para los vampiros. Pero claro, nosotros no los entendemos, vivimos en la oscuridad y por eso nos fríen con sus grandes focos como si de una cacería vampírica se tratase. Su mayor afán, sino eres vampiro, es dejarte ciego y sobre todo, envolver al artista en otro tipo de halo, un halo celestial. Los músicos, iluminados desde atrás parecen imbuidos de una aureola divina, cantan para irse directos al cielo. Han visto a Dios y nosotros sin enterarnos. Si es que en el fondo, somos unos incultos que no apreciamos el simbolismo que nuestros compañeros, los técnicos de luces dan a los conciertos que iluminan. También deberíamos darles las gracias, por dejarnos ciegos, por iluminarnos a nosotros y no al artista, nos están haciendo estrellas por unas horas. Alabados sean. Un buen ejemplo ha sido el concierto de Anni B Sweet y la maravillosa Dayna Kurtz, este domingo en el Music Hall. Aquella noche hubo una batalla cruenta. A Anni la debían querer subir al cielo directo, y a nosotros querían llevarnos al infierno sin ticket de vuelta porque nos cegaron a base de bien. A Dayna más indulgentes, la iluminaron medianamente bien. Supongo que el técnico debió pensar que después de la dosis de luces que había dado durante la telonera, no debía quedar ni un colmillos “vivito y coleando”.
Por suerte, algunos miembros de este gremio saben lo que es hacer su trabajo y hacerlo bien. Hemos visto conciertos maravillosamente iluminados, en los que el técnico en alianza con el músico ha creado un ambiente perfecto para escuchar la música y ver la actuación que íbamos a ver. Léase Low en el Apolo por ejemplo, en marzo del año pasado. Así, da gusto ver un concierto. Es en esos momentos, en los que te dan ganas de darle un abrazo al técnico y darle la enhorabuena. Ojalá siempre fuese así. Y la guerra entre luces y tinieblas, mejor se la dejamos al vaticano que parece que ahora la necesita más que nunca. ¿No os parece?
Amantes de la buena música, ¿sufrís las inclemencias de los técnicos de luces en vuestra ciudad?, contadnos, contadnos.
Me gusta como escribes, Anabel.
Yo soy de los que defiende que la iluminación es fundamental, cierra el círculo para el que espectáculo trasmporte y te haga sentir el doble. te dejo el enlace de donde saco mi material por si te srive.
http://www.masquesonido.com/iluminacion/cabezas-moviles