Hoy queremos hablaros de una figura que hemos descubierto este año, pero que ya parece que lleve mucho tiempo a nuestro lado. Se trata de la poeta finlandesa Edith Södergran, que a pesar de morir a los 31 años fue bastante prolífica y dejó una obra considerable.
Este año, Nórdica Libros ha publicado su Encontraste un alma. Un tomo fantástico que recoge todo el universo poético de Södergran.
Edith nació en San Petersburgo en 1892, hija de una familia burguesa finlandesa con raíces suecas. Entre 1912 y 1914, estuvo ingresada en un sanatorio suizo para tratarse de tuberculosis. Fue a la escuela alemana, y su primera producción poética fue en alemán. Sin embargo, el sueco era su lengua materna. Se cree que un filólogo llamado Hugo Bergroth la convenció para que escribiera en la lengua de su madre.
Su vida quedó marcada por la debilidad física, por la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa (1917) y la Guerra Civil Finlandesa (1918), en la que Finlandia dejó de ser un ducado del Imperio Ruso para convertirse en un estado independiente. Esto tuvo un gran impacto en su familia, ya que perdieron buena parte de su riqueza y llegaron a padecer hambre.
Contigo, noche inminente, juego a la pelota
– mi horrible dado.
Mi mano es pesada e intrépida, con fuerzas oscuras
dirige su cuerpo, que jamás rehúsa ayuda.
Mi dado cae pesado como el destino.
La senda del poder atraviesa el inframundo.
Por el desfiladero más angosto del inframundo camina
el que busca la corona de flores que no se marchita.
Tras la muerte de su padre en 1907, el tema de la muerte empezó a aparecer en sus poemas. A nivel estilístico, estuvo influenciada por los expresionistas alemanes y por el futurismo ruso de Vladimir Maïakovski.
De todo nuestro mundo bañado de sol
no deseo más que un banco de jardín
con un gato tomando el sol…
Ahí estaría sentada
con una carta sobre el pecho,
una única carta breve.
Así es mi sueño…
Su obra poética está marcada por un estilo propio, vanguardista y con toques oníricos, y con una gran libertad formal. La propia autora definía así sus poemas en la nota introductoria a La lira de septiembre (1918):
[…] Sólo desde la libertad absoluta poseo el poder de la palabra y de la imagen, es decir, a expensas del ritmo. Mis poemas deben tomarse como descuidados bocetos a mano. En lo que respecta al contenido, dejo que mi instinto construya a partir de lo que mi intelecto presencia en actitud expectante. La seguridad que tengo en mí misma se debe a que he descubierto mis dimensiones. No me conviene hacerme menos de lo que soy.
A pesar del trasfondo de tristeza y depresión en el que vivió, Södergran escribió algunos poemas vitalistas, como ‘El triunfo de existir’.
¿A qué tengo miedo? Soy una parte del infinito.
Soy una parte de la gran fuerza del todo,
un mundo solitario dentro de millones de mundos,
una estrella de primera como la que se apaga la última.
¡El triunfo de vivir, el triunfo de respirar, el triunfo de existir!
[…]
Camino en el sol, estoy en el sol,
no sé de nada más que del sol.
[…]
Haceros un favor y sumergíos en Encontraste un alma. Es un viaje fascinante, lleno de cánticos, de plegarias, de historias, de visiones.
Os dejamos con otro de sus poemas más destacables. Se trata de Vierge moderne, un poema anafórico que hace las veces de manifiesto o autorretrato:
No soy una mujer. Soy un neutro.
Soy un niño, un paje y una decisión valiente,
soy un rayo risueño de un sol escarlata…
Soy una red para todos los peces voraces,
soy un brindis en honor de todas las mujeres,
soy un paso hacia el azar y la ruina,
soy un salto hacia la libertad y el yo…
Soy el susurro de la sangre al oído del hombre,
soy la fiebre del alma, el deseo y la negación de la carne,
soy una señal de entrada a nuevos paraísos.
Soy una llama, buscadora e insolente,
soy agua profunda pero atrevida hasta las rodillas,
soy fuego y agua en comunión libre y leal…