Necesitamos reír
Es bien sabido que, en épocas de guerra y crisis, las preferencias del público se decantan hacia el consumo de comedias, pero también es sabido que el cine de autor, desde años ha, siempre ha mostrado un cierto rechazo por este género y, aunque no son pocas las incursiones de cineastas reputados en el terreno de la comedia, sí que es cierto que resulta más difícil que este tipo de películas obtengan reconocimiento, bien sea a través de las críticas o de los premios en festivales. Pero nunca es tarde para enmendar según qué errores de la historia (o, en todo caso, mejor es tarde que nunca), y es por eso que muchos festivales de reconocido prestigio van aumentando, lenta pero progresivamente, la inclusión de comedias en su parrilla de programación. En este texto os hablaremos de tres películas proyectadas en el D’A que responden a esa necesidad tan infravalorada como necesaria, la de hacer reír al espectador.
Empecemos, al menos una vez, por el principio. Es decir, la película de inauguración. Se trata de la comedia francesa Crónica de un amor efímero, dirigida por Emmanuel Mouret. Los habituales del D’A recordarán a Mouret porque en 2021, ese año tan raro en el que tuvimos que ver las películas desde casa, ya estrenó Las cosas que decimos, las cosas que hacemos. Ambas películas responden a la necesidad de desarrollar comedias románticas que focalicen en los diálogos y el desarrollo de personajes, y a su vez reflexionen sobre la complejidad de las relaciones sentimentales. Crónica de un amor efímero se centra en la historia de Simon y Charlotte (estupendos Vincent Macaigne y Sandrine Kiberlain), una madre soltera y un hombre casado que empiezan a mantener una relación de carácter sexual con la intención de no enamorarse. Por supuesto, mantener el trato resultará más complicado de lo que parece, y un sinfín de situaciones bastante cómicas irán fortaleciendo los lazos entre ambos. Si bien la puesta en escena del filme es bastante convencional y no arriesga demasiado, las principales bazas de Mouret son, sin duda, un sólido guion escrito a cuatro manos junto con Pierre Giraud y las magníficas interpretaciones de sus dos actores principales, que se alejan del estereotípico canon de protagonistas de comedia romántica aportando una gran espontaneidad y frescura a la película. Una comedia que tal vez no reinvente el género, pero lo dignifica con gran solvencia.
Y de una sofisticada comedia francesa pasamos a una inclasificable comedia española, El fantástico caso del Golem.González y Martínez podría ser el nombre de una empresa de reparaciones a domicilio, pero en realidad son Burnin’ Percebes, un nombre de colectivo tan absurdo como coherente respecto al cine que han venido dirigiendo desde 2014. Sospechosos habituales del D’A desde que presentaran en 2015 Searching for Meritxell y en 2020 La reina de los lagartos, Burnin’ Percebes dan con El fantástico caso del Golem el salto a un cine realizado con mayor presupuesto y una puesta en escena más cuidada, sí; pero conservando esas libérrimas formas de hacer y narrar que les distinguen. Representantes de la corriente conocida en España como posthumor, González y Martínez parten de una premisa tan inverosímil como hilarante: David, el mejor amigo de Juan, se precipita borracho desde una azotea y se fragmenta en mil pedazos, como si de una maceta de cerámica se tratase. A partir de aquí, numerosas e increíbles situaciones se irán sucediendo ante nuestros desconcertados ojos y los del pobre Juan, constantes muertes por aplastamiento de piano incluidas. ¿Es El fantástico caso del Golem una comedia costumbrista y esperpéntica? ¿Un filme de ciencia ficción low cost? ¿Una película plagada de diálogos absurdos y derivas inesperadas? ¿Un ejercicio experimental para desconcertar al espectador? Probablemente, un poco de todo eso y algo más.
And last, but not least, una fantasía musical y colorista que nos llega de la mano de otro de los habituales del D’A, el portugués João Pedro Rodrigues, quien ya presentó en ediciones anteriores del festival sus filmes Morrer como um homem (edición de 2011), A última vez que vi Macau (edición de 2013) y O Ornitólogo (edición de 2017). Mucho más alegre y vitalista que su homónima de 1963, Fuego Fatuo podría definirse como un cuento de hadas queer que le pone la zancadilla a la monarquía, reflexiona desde el humor sobre problemas como el calentamiento global y realiza guiños constantes y jocosos al mundo del arte. Un ligero divertimento cuyo origen proviene de una cita de João con el dentista. Allí, en la sala de espera, mientras hojeaba revistas del corazón, João tuvo una iluminación. Portugal no tiene monarquía desde hace muchos años, pero… ¿qué pasaría si la tuviera? Este es el punto de partida de Fuego Fatuo, un hipotético Portugal monárquico con un heredero a la corona cuya mayor aspiración en la vida es… ser bombero. Y así, rodeado de incendios, coreografías y cuerpos esculturales, el príncipe Alfredo descubrirá su atracción por el instructor Alfonso en esta lúdica (y lúbrica) celebración de las identidades disidentes.