(IV) La muerte: antes, durante, después de todo lo demás.
Puede que se trate tan solo de una mera casualidad, o puede que la pandemia que estamos atravesando haya tenido algo que ver, pero lo cierto es que, pese a no haber sido una edición del Americana especialmente triste o melancólica (muchas han sido las comedias que han hecho reír al público), sí que ha habido varias películas que, aunque de modos muy distintos, han abordado el tema de la muerte. Os hablamos en este texto de tres de ellas.
Mister Limbo (Robert G Putka)
En el año 2019 se presentaba en el Americana Film Fest We Use to Know Each Other, drama intimista dirigido por Robert G Putka y protagonizado por Hugo de Sousa. Tres años más tarde, G Putka y de Sousa repiten presencia en el festival con Mister Limbo, un filme que bien podríamos etiquetar de comedia existencial de tintes surrealistas.
Grabada en tan solo unos pocos días en el Valle de la Muerte, Mister Limbo narra la historia de dos personajes amnésicos que un buen día despiertan en medio del desierto sin saber muy bien qué les ha sucedido. Uno de ellos lleva un paracaídas roto y el otro viste albornoz y botas de agua. Obviamente, no se conocen de nada. Como Vladimiro y Estragón en Esperando a Godot, o como los dos protagonistas de Gerry (Gus Van Sant, 2002), Henrico y Craig (así será como espontáneamente decidirán bautizarse a sí mismos) empiezan a vagar sin rumbo por el lugar, entablando conversaciones un tanto absurdas para hacer más amena la exploración del terreno. Contra todo pronóstico, durante su recorrido empezarán a encontrarse con un desfile de extravagantes personajes que, al igual que ellos, vagabundean por el desierto sin un destino fijado. ¿Serán capaces estos desconocidos de saber algo más al respecto de lo sucedido? ¿Cuál será la causa de su extraño comportamiento?
Hay en Mister Limbo un tercer protagonista indiscutible que es el desierto. Las omnipresentes dunas de arena, el cielo azul, el calor abrasador y el sonido del viento. Paisaje infinito en el cual resulta imposible orientarse y que, inesperadamente, servirá de trasfondo para numerosas reflexiones sobre la vida y la muerte. El filme transita entre los momentos de comedia surrealista y otros más reflexivos y, siendo sincera, parece funcionar mucho mejor en su parte más lúdica y desprejuiciada. Lástima que en su segunda mitad abrace una cierta filosofía de manual new age que le hace perder algunos puntos.
Nine Days (Edson Oda)
Si los seis personajes creados por Italo Calvino en su obra más famosa iban en busca de su correspondiente autor, las almas protagonistas de Nine Days van en busca de nada menos que una vida. No, mejor así: una VIDA, con mayúsculas. Porque durante nueve días serán sometidas por el entrevistador Will a una serie de pruebas que le permitirán decidir cual de todas las candidatas es la idónea para habitar el mundo real y empezar a vivir como ser humano.
Will vive solo en una vieja casa en medio de la nada, cual ermitaño de misterioso pasado. Allí, rodeado de viejas pantallas de televisión en constante funcionamiento y tecnología obsoleta, observa durante horas a decenas de personas; todas aquellas a las que él, de algún modo, dio la vida (al fin y al cabo, a eso es a lo que se dedica): la niña prodigio, el adolescente que sufre bullying, el policía, la joven a punto de casarse… Vidas plagadas de momentos hermosos y de instantes desgarradores. Vidas que a veces terminan de modo trágico y sobre las que él ya no tiene, por desgracia, ningún control.
Tras esta original premisa descubrimos la opera prima de Edson Oda que clausuró este año el Festival Americana, un filme plagado de poética melancolía que nos incita de modo persistente a valorar todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, por insignificantes que puedan parecer: correr bajo la lluvia, morder un melocotón, ir en bicicleta por el campo o soplar las velas de un pastel de cumpleaños. Actos pequeños y rutinarios, pequeños gestos que solo empezamos a valorar cuando ya no podemos realizarlos. En definitiva, una premisa original con una efectiva puesta en escena pero que, ocasionalmente, se ve un tanto lastrada por algunas secuencias algo remilgadas.
Mass (Fran Kranz, 2021)
Este año, el Premio de la Crítica ACCEC ha ido a parar a manos de Fran Kranz y su deslumbrante debut en la dirección. Galardonada en los Independent Spirit Awards y también en el Festival de San Sebastián, Mass narra la historia de un doloroso encuentro: el de dos matrimonios que se reúnen en una iglesia con la intención de cerrar heridas. O de al menos, intentarlo.
Pero Kranz no le pondrá las cosas fáciles al espectador, que solo al cabo de un buen rato empezará a comprender la magnitud de los hechos ocurridos. Percibirá desde el principio, eso sí, el nerviosismo, la tensión y la incomodidad, ya que pequeños gestos y reacciones irán delatando a los personajes. Los cuatro saben que esto es algo por lo que tienen que pasar, pero aun así representa para ellos un tremendo sufrimiento. Porque a veces hay heridas que se resisten a cicatrizar aunque pasen los años, y es entonces cuando la angustia se deposita permanentemente en algún rincón de nuestro cuerpo y se queda a vivir allí, transformando nuestra rutina en algo opresivo y difícil de sobrellevar. Todas estas sensaciones son las que transmiten, con gran verosimilitud, los cuatro protagonistas, interpretados por Jason Isaacs, Martha Plimpton (grandísima Martha Plimpton), Ann Dowd y Reed Birney, dos matrimonios que se enfrentan a una tragedia desde extremos opuestos de la misma, en un acto catártico de terapéutica redención que les permitirá (tal vez) seguir adelante con sus vidas.
La puesta en escena de Mass es pragmática, austera, extremadamente sobria. La cámara se limita a observar y escuchar a los personajes, nada más. Kranz prescinde de cualquier tipo de efectismos y se limita a sacar el máximo partido a sus actores en un intenso filme de cariz teatral que reflexiona sin maniqueísmos sobre la muerte, la culpa y la posibilidad (o no) de una redención.