En el año 1997, el director estadounidense Neil LaBute debutó con el largometraje En compañía de hombres (In the Company of Men), sátira brutal de la sociedad contemporánea que muestra los principales rasgos de lo que acabaría siendo la futura filmografía del cineasta. Acusado en numerosas ocasiones de una cierta misantropía, LaBute ha desarrollado en estos últimos veinte años un corpus cinematográfico de marcado carácter teatral (de hecho, su trabajo como director de escena es tan conocido o incluso más que el realizado en el mundo del cine), mostrando una cierta predilección por personajes crueles y manipuladores que pueblan una sociedad frívola y superficial, obsesionada por las apariencias y por esa idea preconcebida sobre el éxito que se nos ha vendido desde los mass media y la publicidad.
Tras una serie de incursiones en la comedia negra (Your Friends & Neighbors (1998), Nurse Betty (2000) ) o el drama de personajes (Possession, 2002), en el año 2003 LaBute dirigió su quinto largometraje, Por amor al arte (The Shape of Things). Podríamos considerar The Shape of Things como una comedia un tanto molesta, capaz (gracias sobre todo a su tono sarcástico y un tanto moralista) de situar al espectador en una posición realmente incómoda. ¿Qué sucede cuando no eres capaz de sentir la más mínima empatía por ninguno de los personajes y la gama de sentimientos tan solo oscila entre el desprecio y la compasión? El mundo del arte contemporáneo es el trasfondo elegido en este caso por el cineasta para ubicar su trama, y Evelyn, una estudiante de arte con no demasiados escrúpulos, es la protagonista de la historia. Junto a ella, Adam, un inseguro y algo ingenuo estudiante de filología con aspecto de nerd, algunos quilos de más y una cierta tendencia a la introversión. Como habréis podido imaginar, la elección de los nombres de ambos protagonistas no es casual y el desarrollo del argumento incluirá algo parecido a una historia de (des)amor. Junto a Evelyn y Adam, en segundo plano, los amigos de este, Jenny y Phil, joven pareja de aspiraciones convencionales y no demasiadas luces que contemplarán atónitos el cambio experimentado por Adam gracias a las dotes de persuasión de Evelyn.
Bajo la apariencia –solo a primera vista– de inofensiva comedia romántica, LaBute nos ofrece en realidad una corrosiva y polémica reflexión sobre los límites del arte contemporáneo, la complejidad de las relaciones humanas y la obsesión por las apariencias. Con tan solo cuatro personajes y respetando las diez secuencias en que se divide la obra de teatro original (concebida dos años antes por el propio LaBute), The Shape of Things tiene su mayor virtud en los punzantes diálogos entablados por los protagonistas, ya que su puesta en escena resulta bastante convencional y opta por evitar cualquier tipo de riesgo o innovación. El director admite sin reservas sus mayores influencias: Harold Pinter, David Mamet o Henry James, entre otros. Sin duda, grandes exploradores obsesionados por hurgar entre las miserias del alma humana. Y aunque el director no lo nombre, pensamos también en Todd Solondz, cineasta norteamericano de su misma generación que debutó con un título tan ilustrativo como Fear, Anxiety & Depression (1989). Tanto LaBute como Solondz son extremadamente cínicos, su visión de la vida resulta bastante desencantada y a veces no pueden evitar resultar un tanto moralizantes. Pero es probablemente en esa innata capacidad para trascender la corrección política y poner el dedo en la llaga donde reside el mayor interés de su obra. Porque al fin y al cabo son las contradicciones las que nos conforman, y el maniqueísmo no es en el fondo más que una convención social a la que nos gusta aferrarnos para sentir algo de seguridad.