Después de las vacaciones, septiembre nos invita a volver a clase, al trabajo y a nuestras adicciones audiovisuales preferidas. Para esta rentrée, Netflix te propone un par de series que recuperan los grandes clásicos griegos y latinos.
En primer lugar tenemos KAOS, una serie británica de humor negro dedicada a los dioses de la mitología griega. Nos presenta las vidas cotidianas de los dioses del Olimpo, principalmente el matrimonio formado por Zeus y Hera y otros dioses como Poseidón y Hades. La tranquilidad del todopoderoso Zeus se ve quebrantada tras una concatenación de eventos, que le hacen temer el fin del mundo tal y como lo conoce. Paralelamente, en el plano de los mortales, el azar o el destino cruza los caminos de diversos humanos. Entre ellos nombres como Eurídice, Orfeo y Ceneo.
El reparto está presidido, como el propio panteón de los dioses, por el grandísimo Jeff Goldblum. El actor encarna histriónicamente al rey de los dioses, convirtiéndolo en un hombre caprichoso e imprevisible, asaltado repentinamente por las dudas y los miedos. Janet McTeer hace relucir a Hera, hermana a la vez que esposa de Zeus, que ejerce un gran poder sobre los mortales y sobre el propio Zeus.
El narrador de toda la historia es Prometeo, que tiene una relación larga y problemática con Zeus. A pesar de ser uno de sus mejores amigos, vive encadenado, eternamente castigado. Esto no impide que Zeus lo invoque de vez en cuando para charlar con él y comentar sus pesares, para luego devolverlo inmediatamente a su castigo.
La serie tiene lugar entre tres planos: el Olimpo, la isla de Creta y el inframundo. La era clásica es sustituida por una temporalidad inconcreta, pero más cercana a nuestros días. Resulta muy divertido ver cómo han transportado los elementos de la mitología clásica a este entorno más contemporáneo. A destacar el trío de furias convertidas en moteras, las perturbadoras apariciones proféticas de Casandra o la cueva de Polifemo convertida en un sórdido bar de carretera. Y es fascinante ver la representación del inframundo o la extensa red de tácitas de Hera, confesoras de los humanos.
En resumen, una adaptación delirante de los mitos clásicos griegos, que te mantiene en vilo con sus giros y su cinismo. Divertida y adictiva. No te la pierdas.
La otra propuesta es El Decamerón, adaptación del libro de Giovanni Boccaccio. En este caso nos trasladamos a Italia. En plena crisis de la peste bubónica, un grupo de nobles y sirvientes abandonan sus ciudades moribundas y se trasladan a una suntuosa villa para gozar de una vida sin preocupaciones lejos de la muerte, esa cosa tan fea.
Una vez allí, no tienen otra cosa que hacer que disfrutar de la vida de la nobleza: comer, beber, entregarse a los juegos y a los placeres de la carne, pero sobre todo hacer eso que tanto le gusta a la gente de poder: luchar por él. Entre líos de sucesiones, robo de identidades y fervor católico, los nuevos residentes de la Villa Santa no paran de tener problemas entre ellos.
Hay personajes atractivos, como la sirvienta arribista Licisca (interpretada por Tanya Reynolds), el seductor médico Dioneo o la pareja de conveniencia formada entre la beata Neifile y el astuto Pánfilo. Y luego está el eje de la insoportabilidad, liderado por la delirante y chillona Filomena, el cansino Tíndaro e incluso la sumisa Misia (interpretada por Saoirse-Monica Jackson). Todos ellos interpretados con gran histrionismo.
Como curiosidad, aquí veréis a la actriz Leila Farzad haciendo de criada, mientras que en KAOS es ni más ni menos que Ari, hija del Presidente Minos.
La serie prescinde de toda intención historicista y se centra en la comedia de enredos. Pero el problema es que a pesar del tremendo talento de los intérpretes, de la cuidadísima estética y del potencial de los relatos de Boccaccio, por alguna razón no acaba de alzar el vuelo. Tiene buenos momentos, y logrará sacarte alguna risita, pero se queda corta, rozando el umbral del aburrimiento.
Dicho esto, si quieres hacer la siesta viendo una serie en la que una serie de nobles más odiosos que el reparto de White Lotus dan círculos concéntricos sobre sí mismos en un desenfadado vodevil medieval, ahí está el Decamerón.